***JOVENES PSD***

Trasmitiendo nuestra alegría de ser amigos desde Pitiquito, Son. 461057

miércoles, mayo 30, 2007

UNA CARTA

A LOS AMIGOS Y AMIGAS JÓVENES DE LA COMUNIDAD

Quiero escribirles como amigo, quizá el titulo que los engloba a todos sea el referente a la edad (adolescentes y jóvenes), mas quisiera hablarles por el nombre a cada uno y una de ustedes y hacerlo como un amigo, en ese intento estoy, tratando de cultivar la preciosa amistad con ustedes.

Los amigos siempre se comparten lo que les va sucediendo, las emociones y preocupaciones, son capaces de pasar horas y horas juntos dándole vueltas a las cosas hasta encontrarle su lado amable o de plano tomar el acuerdo de mandar a la fregada lo que por el momento podríamos considerar sin remedio. Estas letras que les escribo lo hago a altas horas de la noche, cuando ya todo está tranquilo y a excepción de los perros que parece que concursan a ver quién ladra más fuerte, -es curioso como se contestan de un barrio a otro, hay de todos timbres y volúmenes…- encima de esto se escucha también el tic-tac del reloj que parece que cuando es de noche grita con más fuerza.

Bien, son un muchas cosas las que a menudo me gustaría compartirles mientras ando de camino, cuando de repente surge algo, escucho una canción buenera, cuando me encuentro a alguien, leo unas notas, veo un paisaje o lo que sea y me sirva para asociarlo con la raza a la que estimo. Entonces son estas unas palabras de quien disfruta andar los caminos y va descubriendo en él “aquellas pequeñas cosas” que dan sentido a la andar.

De repente la vida

Veo con simpatía los recuerdos de cuando tenían 4 o 5 años menos, algunas expresiones y caritas suyas se han quedado grabadas como las miré en esa época, que aunque no es muy distante, ¡de veras cómo han cambiado!. Esto me hace pensar en que de repente la vida nos va entregando con absoluta fidelidad, llueva o haga sequía, todo lo que nos tiene reservado, aún cuando no la dejamos ser. He logrado ver con qué acelere se van dando las cosas, que a veces no nos damos la oportunidad para detectar que van cambiando, menos para asimilarlas. De repente estamos a ritmos que no laten con nosotros, ni con las olas del mar, ni con las estaciones del año, ni con los pasos monótonos de quien siempre anda de prisa, créanme estos ritmos cuando se nos meten son tan celosos que no permiten que bailemos con otro son. Por eso trata de hacer de tu camino una danza de múltiples compases. Con frecuencia, -como si fuéremos ya viejos-, comparto con amigos de mi generación la preocupación de que los jóvenes de hoy no saben bailar, no les gusta bailar, no quieren bailar y terminamos dándoles la razón, “con estos ritmos, no hay quien aguante dos tandas” pues la adrenalina que podríamos tener de reserva, la hemos agotado en querer sobrevivir la “extrema realidad” y nos quedamos “en la puerta”, como solemos acostumbrar para muchas cosas: para la escuela, solo hasta la puerta del conocimiento, pocas veces a sus entrañas; para la iglesia, solo a la puerta, donde pegue más luz y algo de aire fresco; en el trabajo solo hasta la puerta, pues siempre eres un extraño; y hasta en la música, solo hasta la puerta (pedacitos de canciones) pero, por qué en la puerta, me pregunto, quizá porque ahí todavía es posible capotear lo que se nos viene encima, de la puerta es posible arrendarnos a nuestras cunas si no es que a los vientres que nos dieron el primer cobijo.

Al acercarme a ustedes, quiero descubrir sus razones y sentires acerca de la vida, para hacer una coordenada nueva entre la sabia y la corteza de nuestras generaciones. Dejemos que esta sabia se haga creciente que arrase las zonas calcinadas por tanto roce desgastante, hasta que seamos manantial claro – transparente, fiel y para todos como aquél que surcaba el pueblo, según nos cuentan los viejos de por acá.

Por el momento me hago cómplice de ustedes y solo me quedo en la puerta de cuanto quería decirles. Esto para tener a la mano más de un pretexto para seguir platicando y como en todo buen ritmo, el silencio y el descanso son necesarios. Y como dice Silvio, “vi luz en las ventanas y oí voces cantando y, sin querer, ya estaba tocando

Un abrazo a cada uno y una.

Claudio Murrieta.

Pitiquito, Sonora. Pascua 2007.

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